Una efeméride. Una canción. Y la historia que las conecta. Cada día. Desde el 1 de enero hasta el 31 de diciembre.

THE HERO’S RETURN
Pink Floyd

Se inicia el bombardeo aliado de Dresde (1945)

Entre el 13 y el 15 de febrero de 1945 los ejércitos británico y americano lanzaron más de 3.900 toneladas de bombas y artefactos incendiarios sobre la ciudad alemana de Dresde. El bombardeo destruyó el centro de esta población y se estima que causó cerca de 25.000 víctimas civiles. La polémica sobre si los ataques estaban o no justificados en un momento en que la 2ª Guerra Mundial ya vislumbraba la victoria de los aliados, así como la valoración de su proporcionalidad y del logro militar que representaron, se ha convertido en uno de los asuntos más controvertidos de este conflicto.

Las fuerzas atacantes justificaron el bombardeo alegando que Dresde era un enclave estratégico del transporte ferroviario del ejército nazi. Pero los detractores de esta ofensiva afirman que la ciudad no tenía ninguna importancia militar real y que la campaña era totalmente innecesaria, especialmente teniendo en cuenta que los aliados estaban preparando ya la inminente invasión de Alemania.

Las consecuencias físicas y morales de la 2a Guerra Mundial ha sido un tema recogido en diferentes expresiones artísticas a lo largo de las últimas décadas. ‘The Hero’s Return’ es un buen ejemplo de ello. La canción trata sobre los soldados que regresan a casa tras terminar el servicio y cómo enfrentan asumir que no todos sus compañeros han vuelto vivos. Es el caso del protagonista de ‘The Hero’s Return’, que vive atormentado por el recuerdo del horror vivido durante el conflicto, concretamente durante el bombardeo de la capital de Sajonia, tal y como se recoge en la primera estrofa: «and even now part of me flies over Dresden at angels one five» (y aún ahora una parte de mí vuela sobre Dresde a una altitud de 15.000 pies).

El tema forma parte de The Final Cut, el último álbum que Roger Waters editó con Pink Floyd y que salió al mercado en marzo de 1983. Inicialmente, se planteó como banda sonora de la película The Wall, con canciones que se habían grabado para el disco del mismo nombre tres años antes. Pero el estallido de la Guerra de las Malvinas la primavera de 1982 hizo que Roger Waters, que era quien estaba liderando el proyecto, cambiara de planes y empezara a crear material nuevo. El bajista y compositor consideró que la respuesta de Margaret Thatcher al desafío argentino en el Atlántico Sur era una ofensiva militar totalmente injustificada. Es más, la interpretó como una traición a los soldados que, como su padre, habían perdido la vida en el frente de la 2a Guerra Mundial defendiendo la libertad y la búsqueda de una paz que los líderes mundiales no parecían tener intención de preservar.

De este nuevo planteamiento salió un álbum de temática abiertamente antibélica pero que no fue capaz de evitar la guerra entre los miembros de la banda. Durante el proceso de grabación las tensiones entre los músicos se hicieron cada vez más insostenibles y, finalmente, en diciembre de 1985 Waters anunció la disolución de Pink Floyd. Richard Wright ya hacía tiempo que había sido apartado del proyecto. Y David Gilmour y Nick Mason continuaron firmando sus trabajos posteriores como Pink Floyd, lo que desencadenó una batalla legal con Roger Waters para ver quién podía utilizar el nombre del grupo. Visto en perspectiva, la elección del título del que terminó siendo el último disco antes de la separación de la banda no parece casual. Originariamente debía titularse Spare Bricks pero en el último momento lo cambiaron por The Final Cut, una expresión extraída de una frase de la obra Julio César de William Shakespeare y que sentencia: «This was the most unkindest cut of all ‘(Este fue el corte más desagradable de todos). En el caso de Pink Floyd, no sólo fue el corte más desagradable, sino que se convirtió en el corte final.

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