Una efeméride. Una canción. Y la historia que las conecta. Cada día. Desde el 1 de enero hasta el 31 de diciembre.

NOVEMBER RAIN
Guns N' Roses

Se inaugura el estadio Nemesio Camacho 'El Campín' en Bogotá (1938)

El 10 de agosto de 1938 se inauguraba el Nemesio Camacho ‘El Campín’, el estadio de fútbol más grande de Bogotá. En su campo juegan Millonarios y Independiente Santa Fe, dos de los clubes de fútbol históricos de la capital colombiana. De hecho, es uno de los estadios más relevantes del país y está considerado como uno de los 100 mejores de todo el mundo según la revista inglesa For Four Two. Pero aparte de competiciones deportivas, El Campín acoge también otros eventos, especialmente conciertos de artistas internacionales. El que hizo Guns N ‘Roses el 29 de noviembre de 1992 es uno de los más recordados.

Desde mayo de 1991, la banda de Axel Rose se encontraba en medio de la promoción mundial de sus álbumes más exitosos Use Your Illusion I y Use Your Illusion II, en un recorrido de dos años por todo el planeta con 192 conciertos en 27 países, que la convirtió en la gira más larga de la historia del rock hasta el momento. En el ecuador de este tour había previstos cuatro conciertos en Sudamérica, que tenían que llevar a los músicos a Venezuela, Chile, Argentina y Brasil. Colombia había quedado inicialmente fuera de la ruta, pero la determinación de dos empresarios locales hizo que consiguieran reunir el medio millón de dólares que costaba traer a la banda y que se programaran dos conciertos en Bogotá, justo después del de Caracas .

Mientras los jóvenes melenudos corrían agotar las entradas, el resto del país entraba en pánico por la llegada de una banda que la sociedad colombiana más conservadora tenía asociada al demonio. Una semana antes del concierto, la prensa publicó artículos con titular como «¡Se vienen los satánicos!» donde se explicaba que si se hacía sonar Use Your Illusion al revés se podían escuchar mensajes cifrados que incitaban al suicidio. Y dos días antes del concierto, se vieron grupos de señoras mayores rezando en las inmediaciones del estadio para tratar de ahuyentar a los demonios que explicaban que Slash era capaz de despertar cuando tocaba el riff de Sweet Child o ‘Mine. Las fuerzas del mal no aparecieron aquella noche de noviembre en El Campín, pero el concierto de los Guns N ‘Roses se desarrolló en medio de una serie de hechos donde muchos vieron un castigo divino a aquel osado gesto de llevar a la banda californiana Colombia.

Para empezar, el intento de golpe de estado que Hugo Chávez hizo en Venezuela el mismo día que el grupo tocaba en Caracas, provocó que el presidente Carlos Andrés Pérez ordenara cerrar los aeropuertos del país. Todo los equipos de sonido quedaron retenidos y esto obligó a tener que cancelar el primero de los conciertos que se tenían que hacer en Bogotá al cabo de dos días ante la imposibilidad de trasladar el material. Con la actuación del viernes 27 anulada, a los fans colombianos de Guns N ‘Roses sólo les quedaba la opción del domingo 29 para poder ver la banda en directo, lo que provocó que se agotara hasta la última entrada que se puso a la venta.

A las nueve de la noche, hora prevista de inicio del concierto, el césped y las gradas del estadio estaban a rebosar de un público estoico deseando ver a sus ídolos en directo. Habían hecho horas de cola bajo la lluvia que caía desde las siete y aún tuvieron que esperar dos más, ya que una rabieta del líder de la banda hizo que la banda no saliera al escenario hasta las once. Pero nada de esto parecía importar a la multitud que llenaba El Campín ese día y cuando Axl Rose apareció, la multitud enloqueció. Los recibió con un «Bogotá … do you know where the fuck you are? You are in the jungle baby … and you are gonna die » (Bogotá … sabéis dónde cojones estáis? Estáis en la maldita jungla chicos … y estáis a punto de morir). El recibimiento, adaptado a cada ciudad donde tocaban, era el de siempre. Pero lo que no se podía imaginar el músico era que en aquella ocasión estuvo a punto de ser premonitoria.

Los que fueron esa noche a El Campín, recuerdan una primera hora y cuarto de concierto apoteósica, con las carreras de Axl Rose de punta a punta del escenario, los solos espectaculares de Slash y las canciones de la banda resonando en el estadio. Pero a partir de las doce y cuarto, justamente cuando empezaron a tocar November Rain, la lluvia se intensificó. En un primer momento el público enloqueció por la coincidencia del título de la canción con el aguacero que descargó en ese preciso momento una noche de noviembre, pero cuando al cabo de unos minutos la fuerza del agua hizo caer parte del tejado del escenario la situación cambió. Nadie quedó herido y los músicos intentaron seguir tocando. Pero cuando Slash vio que el agua empezaba a entrarle a las botas corriendo peligro de electrocutarse con los cables que lo conectaban a los amplificadores, la situación fue insostenible y tuvieron que suspender el concierto.

La frustración de todos los asistentes ante la cancelación a media actuación, se añadieron a los disturbios que se produjeron fuera del estadio. Los organizadores habían vendido 10.000 entradas más de las que permitía la capacidad de El Campín. Así que, aparte de fans a los que les habían anulado el primer concierto y que optaron por intentar seguir la actuación desde la calle, había también muchas personas que confiaban en que podrían entrar pero que se quedaron con el ticket en la mano. Las tensiones iniciales con la policía que intentaba controlar aquella concentración de jóvenes rabiosos intensificaron con la suspensión final y terminó en unos enfrentamientos que dejaron cristales de escaparates rotos y cuatro oficiales heridos. Las imágenes que se emitieron por televisión y los titulares de la prensa del día siguiente no hicieron más que alentar la versión diabólica que rodeaba el concierto desde su anuncio, así como el merecido escarmiento divino que consideraban que había llevado aquella lluvia de noviembre. Una señora entrevistada en el informativo de la televisión pública lo resumía así ante las cámaras: «Ahí no más se ve lo diabólicos que son esos rockeros. Menos mal que la mano de Dios nos salvó «.

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