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INSURRECCIÓN
El Último de la Fila

Se inaugura la primera línea de ferrocarril peninsular: Barcelona-Mataró (1848)

A las 9h de la mañana del 28 de octubre de 1848, un grupo de 400 personas encabezadas por representantes civiles, militares y eclesiásticos, participaron en el viaje inaugural de la primera línea de ferrocarril que se ponía en servicio en la Península Ibérica. El tren salió puntualmente de la ciudad de Barcelona y en menos de 40 minutos, haciendo una parada en El Masnou, cubrió los 28,4 kilómetros que la separaban de Mataró. El proyecto fue posible gracias a Miquel Biada, un empresario nacido en la capital del Maresme y que desgraciadamente no pudo ver terminada la obra, ya que murió de una pulmonía medio año antes de su finalización. A esta línea férrea se le sumaron otras nuevas. Y veinte años después de aquel primer trayecto, España ya era el tercer país europeo con más kilómetros de red, después de Inglaterra y Francia. Durante la primera mitad del siglo XX el desarrollo de la infraestructura ferroviaria creció muy rápidamente. Y llegada la posguerra se convirtió en la principal vía de traslado de personas que emigraban de las zonas más desfavorecidas hacia las grandes ciudades.

En uno de estos trenes, procedente de un pueblo de Albacete, llegaron a Barcelona Manolo García y Carmen García a principios del cincuenta. Se acababan de casar y con las maletas llenas de sueños de futuro se instalaron en una barraca en el barrio marítimo de Somorrostro, donde al poco tiempo, nacerían sus dos hijos: Manolo y Carmen. El tren fue un elemento que siempre estuvo presente en la vida de los García García: no sólo porque los ruidosos convoyes pasaban junto a las barracas, sino porque el padre pronto encontró trabajo en una de las principales empresas que abastecía de material pesado al sector del ferrocarril: la Macosa. La fábrica del Poblenou de esta importante compañía siderúrgica se convirtió así en la principal fuente de ingresos familiar.

Con el paso de los años, Manolo hijo, que desde pequeño ya comenzó a manifestar su predilección por las artes plásticas, a menudo se acercaba a la planta siderúrgica para llevarle la fiambrera con la comida a su padre. El progenitor intentó en varias ocasiones convencerle para que aparcara la vena artística y sentara la cabeza, cambiando el trazo de los pinceles por la manipulación del hierro. Él sin embargo, prefirió continuar con su formación autodidacta y durante la adolescencia y la juventud, siguió experimentando con materiales, colores y texturas hasta que finalmente se matriculó en la Escuela de Artes y Oficios de Barcelona . Durante aquellos años fue también cuando comenzó a dedicarse de lleno a la música formando parte de varias bandas locales, una actividad que combinaba con el trabajo de diseñador de portadas de casete para discográficas editoras de covers de los grandes éxitos de mediados de los setenta.

Manolo García heredó de su padre el esfuerzo y la voluntad de coger el ascensor social sin perder los orígenes. Estos elementos están presentes en muchas de las letras de las canciones que escribió para Los Rápidos, Los Burros y El Último de la Fila, las tres bandas que formó con el músico de Vic Quimi Portet. Y de estos valores nace también Insurrección, un tema añadido a última hora al disco Enemigos de lo ajeno pero que pronto se convirtió en uno de sus grandes éxitos

Para preparar este segundo álbum juntos, García y Portet estuvieron trabajando durante meses encerrados en un local industrial situado a pocas calles de la Macosa. Pero cuando llegó la hora de grabarlo ambos tuvieron la sensación de que al disco le faltaba algo. No tenían mucho margen de reacción, pero cuando en ese momento llegó de visita el guitarrista Marc Grau con una guitarra de doce cuerdas encontraron el elemento que buscaban. Portet cogió el instrumento y comenzó a improvisar hasta que, de repente, sonó un riff que les fascinó. Pidieron al técnico que lo grabara y mientras Portet acababa de añadir la música, García se refugió en el baño del estudio para tratar de escribirle una letra adecuada. Y así, en poco más de un par de horas, el dúo creó uno de los clásicos más imbatibles del pop español y que, convertido en un himno popular de letra combativa, es hoy un grito de rebeldía a favor de la libertad para diferentes generaciones.

En algunas entrevistas Manolo García ha explicado que el tema está dirigido a los tiburones de las discográficas que lo dejaron colgado en el segundo disco de Los Rápidos, cuando ya estaba todo grabado. Pero Insurrección no sólo carga contra ellos, sino que intentaba recoger el discurso de la gente rebelde y que vive a contracorriente. Los integrantes de El Último de la Fila estaban orgullosos de su singularidad y aquella insurrección a la que se refería la canción formaba parte de su manera de ver el mundo. Tres años después del lanzamiento de Insurrección, la Macosa, convertida en Merditerránea de Industrias del Ferrocarril (Meinfesa) se vendió 200.000 metros cuadrados de terrenos ubicados en el futuro barrio olímpico por 12.000 millones de pesetas. En ese momento el padre de Manolo García todavía trabajaba en la fábrica. Y mientras tanto el hijo, convertido ya en uno de los músicos de referencia de la España de finales de los ochenta, recibía un cheque en blanco y la promesa de hacer giras por todo el mundo de varias discográficas. Los integrantes de El Último de la Fila sin embargo, optaron por rechazar todas las ofertas y subirse a un nuevo tren: el de crear su propio sello, Perro Records.

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