‘Tubular Bells’ es el primer disco de estudio de Mike Oldfield. Lo compuso cuando solo tenía 17 años y lo ofreció en forma de maqueta a diversas discográficas sin que ninguna de ellas se interesase en editarla. La encontraban demasiado extensa y el hecho que fuera instrumental no se ajustaba a los parámetros de lo que se producía en aquella época. No fue hasta que el proyecto llegó a manos de Richard Branson que Oldfield encontró una opción real para publicar su trabajo. Aquel 1973 Branson acababa de crear Virgin Records y la propuesta de Oldfield le pareció suficientemente interesante como para convertirla en el primer producto de su discográfica. El tiempo ha confirmado que la decisión fue acertada, ya que con ‘Tubular Bells’, tanto el músico como el empresario se hicieron millonarios.

El tema estaba presentado como una sinfonía estructurada en dos partes en la que se iba dando entrada a una gran cantidad de instrumentos que poco a poco encajaban como piezas de una orquesta totalmente sincronizada. La originalidad de la propuesta cautivó al gran público y, entre ellos, al director de cine William Friedkin, que en aquella época estaba trabajando en El exorcista a partir del guión escrito por William Peter Blatty.

Friedkin no acababa de encontrar la banda sonora que le encajara en la película. Había tanteado diversos compositores reconocidos pero no se había entendido con ninguno de ellos. Pasaban las semanas y empezaba a desesperarse. Así que al final decidió ir al archivo sonoro de la productora para ver si encontraba alguna música grabada que pudiera captar la esencia y el espíritu del film. Entre la montaña de discos que había encima de la mesa, vio la icónica portada de la campana tubular metálica suspendida en un fondo de nubes sobre el mar y decidió cogerla. Cuando oyó las notas que salían de aquel vinilo no tuvo ninguna duda que aquella era la música del diablo que estaba buscando.